07 Nov
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Paseamos por los inmensos pasillos de supermercados e hipermercados sin darnos cuenta de que estamos ante una gran demanda de productos alimenticios que nos ofrecen incontables vitaminas y minerales para nuestro bienestar. Nos encontramos con bebidas que mejoran las articulaciones, que activan las defensas, que reducen el colesterol o incluso aquellos cereales con tantas vitaminas que no caben en la caja… Ahora bien, ¿son necesarios?

Cogemos el avión y ponemos destino a Japón donde en la década de los 80 se inicia este nuevo término donde refiere a ‘aquellos alimentos procesados que contienen ingredientes que desempeñan una función específica en las funciones fisiológicas del organismo humano, más allá de su contenido nutricional’ en resumidas cuentas aquel alimento que confiere una propiedad beneficiosa para la salud del consumidor.

Podemos dividirlos en varios tipos:

  1. Eliminan un componente del producto inicial. (Por ejemplo; galletas sin gluten)
  2. Incrementan la concentración de un componente que posee el producto inicial. (Por ejemplo; leche enriquecida con calcio)
  3. Añaden un componente que no poseía el producto inicial. (Por ejemplo; flan con extra de omega-3)
  4. Sustituyen un componente con efecto perjudicial o no deseado por otro que no posea dichos efectos. (Por ejemplo; sustituir la sacarosa por otro tipo de edulcorante)
  5. Alterar la biodisponibilidad de algún ingrediente. (Por ejemplo; aquellas bebidas que disminuyen el colesterol)

Si partimos desde una población sana que practica deporte habitualmente y presenta una actividad física activa y además sigue una dieta equilibrada y saludable es incoherente el consumo de dichos productos alimenticios, en determinados casos y situaciones fisiológicas cabria valorar alguno de ellos puntualmente y para ello es de vital importancia contar con la labor de un dietista-nutricionista.

Aquellos consumidores que se autoengañan optando por consumir este tipo de alimentos funcionales para compensar la falta de una dieta equilibrada y saludable pueden exponerse a un riesgo nutricional.

Bibliografía

[1] Krause. Nutrición y dietoterapia. Edición 10. Mcgraw-hill / interamericana de México, 2000.


Autor del post: Diego Manuel Sánchez Alarcón

Estudiante de tercero en el grado de Nutrición Humana y Dietética en la Universidad de Alicante.

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